
POR UNA DANZA HUMANA...
La danza nació de los gestos funcionales humanos, todos los pueblos de la humanidad han incluido la danza en su panoplia de costumbres, cumpliendo sucesiva y simultáneamente varias funciones sociales: Desde la brujería primitiva hasta la danza sagrada, pasando por las danzas rituales y los bailes recreativos populares, hoy en día, la danza está perdiendo cada vez más esta dimensión vital, espontánea y natural, desapareciendo paulatinamente de los gestos de la vida cotidiana y convirtiéndose en una actividad excepcional, casi mítica...
Con demasiada frecuencia, la danza oriental ha contribuido a perpetuar el mito de la «sacerdotisa-bailarina», diosa de los cuentos de hadas y de Las mil y una noches... pero ¿no surge en realidad de necesidades más naturales, sociales o íntimas? Así pues, intentemos devolver a la danza, y en particular a la danza oriental, su dimensión cultural, grupal, recreativa, cósmica y, sobre todo, humana.
...MENOS ORIENTALISTA
La danza oriental, tal como apareció en Occidente, a través del cine estadounidense de la década de 1940 y de los fabulosos relatos de viajeros románticos occidentales, se ha convertido en un exotismo. Pero ¿se corresponde este cliché con la realidad de la danza en el mundo árabe? Cabe aclarar que el término «danza oriental» solo pudo haberse creado en relación con Occidente y para los occidentales. La danza oriental no es una danza tradicional; en cierto modo, ha «occidentalizado» la danza egipcia, sustituyendo el espíritu popular por el espíritu del cabaret, con todas las ventajas y desventajas que esto implica. Con frecuencia, la danza se ha vuelto superficial, formal, y «bailar bien» es sinónimo de complejidad técnica, forma estilizada, brillo... Pero si nos adentramos en la tradición para comprender el movimiento oriental, la danza adquiere otra dimensión, rendimos homenaje a una herencia cada vez más olvidada por el artificio. Se puede practicar danza oriental sin interesarse por las danzas tradicionales del mundo árabe... ¡pero qué lástima! Una danza menos orientalista implica un retorno a las fuentes, para comprender el color, el cuerpo y el espíritu de las danzas árabes.
...PARA UNA RELEVANCIA CONTEMPORÁNEA DE LA TRADICIÓN
Cuando hablamos de volver a nuestras raíces, no se trata de imitar superficialmente el folclore o las danzas vinculadas a un contexto que, sin duda, no es el nuestro, rozando el patetismo, sino de crear una nueva lectura adaptada a nuestra vida, a nuestra alma y a nuestro trabajo. Una danza más personal, creativa y original, a la vez respetuosa con el legado y con un enfoque sincero. Se trata de no distorsionar el espíritu de la danza, por respeto a una cultura ancestral, y de ofrecer, en el escenario, una calidad artística más auténtica que dé lugar a una interpretación personal y a una reinterpretación contemporánea.
Por lo tanto, podemos mantenernos contemporáneos partiendo de los principios de la tradición: el cuerpo se habita, se centra en su eje, sin artificios. Es global y ya no se expresa en partes aisladas; la calidad artística se basa en el arte de "saber ser" antes que en "saber hacer". El gesto es simple, crudo, pero poderoso; la expresión, sincera, lo que implica que la bailarina no está obligada a sonreír siempre en su arte, alejándose así del principio de la mujer-objeto. La danza no es una sucesión de movimientos, sino una sucesión de estados que dan lugar a una danza orgánica, la mayoría de las veces improvisada y a la escucha del cuerpo.
El reto de una nueva danza oriental en esta sociedad consumista e impositiva es reeducar al público mediante un gesto más humano, menos orientalista y más auténtico. Ya sea para la danza árabe o amazigh o para las danzas gitanas de los Balcanes, este es el espíritu y el enfoque que defiendo tanto en mi práctica profesional como en mi docencia.




